Muchos de mis amigos más queridos están comprando propiedades en Acapulco y yo mismo, si pudiera, me compraba un departamento o una casa por allá.
Nos encanta Acapulco. La gente es divina, el lugar es fantástico y no hay fin de semana en que sus autoridades no se inventen algún torneo, algún festival o algún pretexto para pasarla bien.
¿Cómo puedo decir algo tan espantoso si ahora resulta que todo el mundo odia ese puerto?
Porque es cierto, todos tenemos algo que contar de Acapulco, desde nuestros abuelos hasta nuestros hijos, y si no es la luna de miel es la fiesta, y si no es el congreso de no sé qué es la boda de no sé quién, y si no es la playa es la comida, la familia o los negocios.
Y no vamos a dejar de ir porque digan que es la segunda ciudad más violenta del mundo, porque hayan violado a un montón de turistas o porque hayan asaltado, secuestrado o asesinado a equis número de personas.
No somos tontos, entendemos de noticias, entendemos de política y sabemos a dónde ir y a qué horas.
Es como lo que pasa con mi ciudad. Yo soy de Monterrey y se supone que jamás me debo volver a parar por ahí porque hay una balacera cada 10 minutos en cada esquina, y porque la sangre corre a borbotones por el río Santa Catarina.
Y a ver, ¿es cierto? ¿Mi familia y mis amigos están siendo asesinados, se dedican al crimen o viven bajo piedra y lodo porque Nuevo León es tierra de nadie? ¡Pues claro que no!
Si se trata de hablar mal de algún lugar porque hay muertes, secuestros, robos o asaltos, en este momento nadie saldría a la calle en ningún rincón de México, pero también de Estados Unidos, Asia, Europa y del resto de América Latina.
Todos hemos vivido algo horrible en algún lugar. Y por horrible entiéndase desde la cabeza que llegó rodando hasta la bomba que pusieron en el hotel pasando por el disparo, el accidente y lo que usted quiera, guste y mande.
Y una cosa no tiene que ver con la otra. No porque existan historias de terror, la vida entera de una ciudad, un estado o un país se tiene que colapsar.
Yo, que me dedico a la crítica de televisión, le puedo decir que hasta se han hecho series documentales que le enseñan a la gente cómo evitar que la asalten, la violen y la maten en algunos de los más exclusivos destinos turísticos del plantea como París, Las Vegas y Buenos Aires, y no pasa nada.
En Estados Unidos la gente se está matando, a los niños les disparan en las escuelas y el gran debate tiene que ver con la posesión de armas.
Y a ver, ¿dónde están las publicaciones que le sugieren al turismo que deje de ir para allá? ¿Dónde están las recomendaciones de las embajadas y de los consulados para que nadie visite las ciudades de aquel país? ¡En ningún lado!
El problema de lo que acaba de pasar en Acapulco no es el problema de Acapulco, es un asunto que tiene que ver con manejo de crisis, con comunicación y con impunidad.
Ninguna autoridad de ninguna ciudad puede decir lo que dijeron esos señores en primera instancia, como lo dijeron, porque en lugar de tranquilizar a la población y a la inversión se les mandó un mensaje de horror, de prepotencia, de incertidumbre.
Alguien tiene que empezar a capacitar a los encargados de la seguridad de este país, pero no nada más para que hagan su trabajo, para que sepan hablar.
Hubo cosas que yo oí de algunos funcionarios públicos alrededor del escándalo de las mujeres violadas, como para cátedra de lo que no se debe hacer.
En lugar de mandarnos un mensaje de tranquilidad, profesionalismo y certidumbre, se nos puso de nervios, de malas, se nos hizo suponer lo peor.
Lo menos que uno podía decir después de escuchar aquello era: ¿en manos de quién está nuestra seguridad? ¡Corran todos! ¡Vámonos de aquí!
Pero lo verdaderamente grave es lo otro, lo que tiene que ver con la impunidad.
No sé usted, pero yo estoy harto de que en este país pasen cosas malas, de que nunca se sepa la verdad, de que nunca se atrape a los culpables y de que nunca reciban su castigo.
A lo mejor estoy equivocado y siempre pasa la contrario, pero mi sensación es ésa. No le creo nada a nadie.
Urge que sepamos qué fue exactamente lo que pasó en Acapulco, que sepamos quiénes fueron los culpables, que se les castigue y que nos lo sepan comunicar con eficacia.
Urge que volvamos a creer. ¿A poco no?
Hay 464 invitados y ningún miembro en línea