A las y los orates, que de repente descubrieron tener buen talante para representar y salvar a Guerrero en el Congreso de la Unión, debería bastarles el escaso, triste porcentaje de dóciles subalternos que acude a sus menores y frustrados fiascos. Exijan precandidatos, que les digan menos mentiras.
Existe gente de la política en Guerrero que se afana por merecer la atención de su Instituto respectivo. Qué bueno. Está Efrén Leyva, Manuel Añorve, Héctor Astudillo, Antonieta Guzmán Vizairo, Sofío Ramírez, Armando Ríos Piter, Todos con labor y antecedentes. Muchos más, cuya principal característica es que viven y trabajan en el territorio que desean representar.
Ninguno de ellos llegó en la madrugada, simulando con sigilo, deberes familiares ni derechos exculpados por la historia. Todos saben el precio y costo de la inseguridad. A nadie espanta la violencia ni los cadáveres que se multiplican diariamente. Hasta el miedo han vencido. Están asumiendo un compromiso vital.
El caso de Figueroa Smutny es patético. Desconoce el olor de la pobreza en los ignotos basureros. No sabe qué es el hambre, la desnutrición ni la orfandad. Desde pudientes y aromáticas áreas del D.F., a falta de inteligencia, talento y respeto social, asume groserías. Ser tonto no es laudo para certificarlo como diablo o intercadente ni, mediocre es un pecado, para descalificarlo. Lo que atañe es su desarraigo y su apetito descarado cuando cree que puede vivir 6 años en el Senado con una beca política de este miserable pueblo. Toda ambición es criminal, dijo Séneca.
El PRI tiene probabilidades de regresar a Los Pinos, pero ello no implica que deba ser con los hijos de fulleros que enlutaron por generaciones a las familias guerrerenses.
PD: “Si quieren colgar al pueblo; no les alcanzará la riata” Canek.
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