De los bienes humanos la vida es el más valioso. La cultura del hombre tiende a la perfección de la conducta. ¿Qué nos está sucediendo hoy, aquí?
Algo se descarriló en la colectividad civil, porque es la muerte y no la vida, lo que prevalece como un antivalor de la sociedad.
Todos los días son emblemáticos: sangre, cadáveres, tortura, dolor, cadenas interminables de hechos delictuosos que ninguna lógica ni explicación tienen.¡De qué nos espantamos!
De los días de terror que con la guillotina los revolucionarios franceses limpiaron de burgueses la pureza de su Bastilla.
México, Colorado, Siria, Afganistán, el mundo es tan pequeño que puede ser teñido de sangre en todas sus latitudes.
Hombres crueles como Iván El Terrible, Victoriano Huerta, Mario Arturo, Barrabás y Tito Chapa, se multiplican en los hechos rojos de la nota sangrienta.
Los fundadores de la civilización crearon al Estado para que a través del gobierno reglamentara los desacuerdos que genera la convivencia. La ley y la autoridad son sus emblemas clásicos.
Había que demarcar la civilidad social, de la ley de la jungla, donde los carnívoros aplican el estatus de la fuerza y la violencia.
Pero hoy la ciudad está a merced del terror. Se ajusticia por mano propia. Lúgubres encomenderos sacrifican al prójimo. Mientras crecen las caravanas de coches blindados, obuses a la defensiva de políticos cautivos de su propio miedo.
Aquí, allá y acullá. No existen zonas sagradas donde el crimen se segregue. Cualquier sitio es óptimo como lugar de los hechos.
El hombre bueno, la mujer hacendosa, el joven estudiante, el niño inocente, todo quien procura un destino y mira el horizonte, se topa con la barbarie diaria, cruenta, exterminadora.
A los problemas hay que encontrarles soluciones. Las mentes más lúcidas de los líderes sociales, sean estos gobernantes, magistrados, obispos o presidentes, tienen el deber de explorar las mejores posibilidades de que la carnicería se detenga, se aplaque
la venganza punible, cancele satanás sus atrocidades y bajo los brotes de una nueva primavera la vida fresca, generosa, digna, vuelva a respirarse en este, aquel y otros pueblos azotados por la inclemencia: Tierra Caliente, hervidero de pánico. Acapulco, tierra de nadie. Guerrero: invernadero de espanto.
Pero también allá, donde el migrante cree que el sueño americano es otra cosa, presenciamos la infamia, sendero a la degradación humana, que nos enchinó la epidermis.
Aurora en Colorado. Población fatídica, nocturno aciago con tus civiles acribillados por un paranoico en plena noche de Batman.
Dice la Biblia que Caín mató a Abel movido por la envidia.
Qué motivó a estos luciferes asesinar a inermes espectadores que concurrían en familia a mirar una película.
Cuál es el móvil de las ejecuciones, fusilamientos, levantones.
México, que escribe su nombre con la X, que algo tiene de cruz y de calvario, no escapa a tan maligno designio.
Todo amanecer es de noticias truculentas, tortuosas, infestas de horror, turbación y pavor.
Da pesar escribirlo; pareciera que vivir es un episodio de suerte; selección natural, circunstancia fortuita, chance ocasional.
PD: “Perdónalos Señor, no saben lo que hacen”: Jesucristo.
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