Algunos priistas son definitivamente irredentos (cuando menos en el estado de Guerrero) pues todavía no terminan de digerir su derrota electoral y ya están buscando culpables, se echan la culpa unos a otros o están tratando de reinsertarse en medio del caos en que se encuentra metida la cúpula tricolor.
Y quien mejor personaje para representar a este tipo de priistas que el propio ex dirigente estatal, Efrén Leyva Acevedo a quien, como se recordará, fue removido del cargo antes del inicio de los trabajos preparativos para la celebración de los comicios del primero de julio próximo pasado y quien precisamente regresó—si es que alguna vez se fue—con la vara desenvainada para acusar a quien lo defenestró de ser el mismísimo culpable de la derrota electoral donde perdieron todo—sin el casi— y en los lugares donde obtuvieron triunfos estos fueron pactados y apoyados desde otros frentes políticos.
El inefable Leyva Acevedo lanzó el dardo envenenado en contra de su ex protector y líder, el ex gobernador, Rubén Figueroa Alcocer a quien señaló como el causante principal de que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en la entidad haya tenido magros resultados y una auténtica debacle que no tiene parangón con ninguna otro resultado electoral de los últimos tres lustros.
Pero lo que no se dice--ni se dijo—por parte del flamígero acusador, es que quien fungió como coordinador de la campaña del candidato tricolor a la presidencia de la República, Enrique Peña Nieto fue el cuasi diputado local, Héctor Astudillo Flores y quien nuevamente volvió a entregar malas cuentas a los altos mandos del partido (revisar su currículum de las últimas campañas electorales que coordinó incluyendo la suya para gobernador). para darse cuenta de que pesa sobre sus hombros la fallida estrategia para promover a quien por otras causas y métodos será el presidente de la República (y no precisamente por el abultado número de votos obtenidos en esta entidad).
Para Efrén Leyva, Astudillo hizo bien las cosas. El que metió la pata fue Figueroa Alcocer. Así de fácil, así de directo, pero también así de falsa es su apreciación que es del mismo tamaño de su interés de cobrar facturas y de proceder como el mandadero, ya que no se puede explicar de ninguna forma los porqués de no querer involucrar a otros personajes de triste memoria que le han hecho un flaco favor a su partido y quienes propiciaron su derrota estrepitosa desde el pasado año del 2011 cuando perdieron por segunda ocasión consecutiva la gubernatura del estado.
La verdad es que en el PRI de Guerrero se requiere llevar a cabo una cirugía mayor o de plano una refundación a fin de que sean sus militantes los que en forma directa y democrática—si se puede aplicar este término—elijan a quienes deben ser sus futuros dirigentes. Como ahora se ve y ha quedado así comprobado, es que los actuales dirigentes reales y de facto están desgastados, desacreditados y desubicados frente a la nueva realidad que se vive en el país y en esta entidad.
Lo que no se requiere por ahora es que los propios priistas se anden jalando las vestimentas y acusando los unos a los otros o defendiéndose de algo que está mas que claro: La derrota electoral fue únicamente por no escuchar a las bases e imponer candidatos no competitivos y desviar los recursos para las campañas hacia sus monederos, engañando al comité nacional tricolor de que su fracaso se debió al factor López Obrador. Nada mas falso e inverosímil.
Reitero que la derrota que sufrieron no fue producto del candidato presidencial del movimiento progresista, Andrés Manuel López Obrador, como lo quieren hacer aparecer algunos tricolores trasnochados, sino que esta derrota tiene rostro, cuerpo, poder político y económico y se llama Ángel Heladio Aguirre Rivero, gobernador en funciones de Guerrero.
El ganó la gubernatura primero en el 2011—por amplísimo margen por si no lo recuerdan--y ahora nuevamente en el 2012 les arrebató las senadurías de mayoría, las diputaciones federales y la mayoría de escaños en el Congreso del estado y la gran mayoría de los ayuntamientos.
Es en sí, hoy por hoy un gobernante fuerte, mejor dicho, poderoso y salió de las filas del PRI hace menos de dos años y se ubicó bien y pronto dentro de las filas del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y todo ello por causa de unas alianza absurda maquinadas por el futuro diputado federal, Manuel Añorve Baños y avalada (la idea) por la entonces lideresa tricolor, Beatriz Paredes Rangel.
En ese mismísimo momento en que se hizo una jugada trapera en contra del entonces senador Aguirre, se inició la debacle priista. Primero fue, insisto, la gubernatura y ahora todas las posiciones políticas de orden federal y local.
No midieron bien y no tuvieron el menor recato de sopesar el arraigo popular de quien hoy es, no solo jefe político de los tres partidos de izquierda (PRD, PT y MC) sino también de una gran parte de la militancia priista. Esto último ha quedado demostrado frente a los triunfos electorales de quienes han sido y siguen siendo sus amigos y compañeros de viaje como es el caso del candidato electo del ayuntamiento de Chilpancingo, Mario Moreno Arcos (¿recuerdan que lo quisieron expulsar del PRI?).
En lugar de bravuconerías como las proferidas por Efrén Leyva Acevedo, mejor los priistas deberían sentarse a dialogar respecto a si les conviene o no seguir fraccionándose más de la cuenta pues de ser así su destino será que el partido vaya cada dia debilitándose mas hasta el punto de no ser ya competitivo ni atractivo para las viejas y nuevas generaciones de guerrerenses. Requiere el PRI, sin duda, de una renovación de cuadros y de nuevas figuras y el rescate de algunas que todavía funcionan y dan resultados por la capacidad de convocatoria, entre éstos están los candidatos hoy electos para los ayuntamientos y las diputaciones locales.
Ellos—los candidatos electos--son los que directamente deben hablar y hablar fuerte frente a quienes han vivido siempre de las cuotas de la militancia (los llamados regidores y diputados locales y federales plurinominales) y quienes nunca han logrado obtener triunfos por sus simpatías frente al electorado. Ellos saben quiénes son y los tienen claramente ubicados. Contra éstos deben ir los cuestionamientos y a ellos se les debe exigir que rindan cuentas y digan porqué el partido quedó convertido en una ‘’chatarra electoral’’.
Si el PRI en Guerrero no se renueva democráticamente, estaremos frente a un partido que no logrará ganar más elecciones.
Habrá que hacerle caso a veces a algunas frases históricas y populares como esa que dice ‘’renovarse o morir’, esa es la cuestión.
Periodista/Analista Político
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