Hace una semana los candidatos a la presidencia de la República iniciaron sus respectivas campañas de proselitismo para atraer las simpatías del electorado nacional y alzarse con el triunfo el próximo primero de julio.
Lo que primero hicieron los candidatos fue el recetarnos una serie de spots tanto en radio como en televisión, donde ponderan su intención de hacer un gobierno que resuelva los problemas que enfrentamos y cada uno ha enarbolado un discurso diferente para una sola realidad que vivimos.No se necesita ser erudito para colocar las prioridades de la agenda nacional como tampoco requerimos ser gobernantes para enterarnos de lo que no se ha hecho correctamente y que nos ha colocado en el vórtice de la violencia criminal, sin olvidarnos de la otra violencia, o sea, de la llamada violencia silenciosa que se replica cada vez que una persona, infante o adulto, muere a causa de la falta de alimentación, atención médica, abuso de autoridad, violaciones físicas o morales a sus elementales derechos humanos o se les niegan las oportunidades de empleo y educación.
Los cuatro candidatos presidenciales registrados ante el Instituto Federal Electoral nos han recetado en esta primera semana de campaña político-electoral, un rosario de buenas intenciones y una serie de promesas que se ubican dentro de lo que ha sido la demagogia electoral sexenal como son las ofertas de cambiar el rostro de un país sumido en la más añeja corrupción y su alma gemela que es la impunidad.
Ni Enrique Peña Nieto, ni Josefina Vázquez Mota, ni Andrés Manuel López Obrador ni Gabriel Quadri, del PRI, PAN, PRD y PANAL, respectivamente lograrán resolver la problemática nacional que ha sido incubada durante varias décadas por los distintos regímenes priistas y los dos últimos gobiernos panistas.
Habrá que demandarles mayor racionalidad en sus propuestas y sobre todo el desmenuzarlas cada una para que expliquen los cómo van hacerle para lidiar con el amasiato entre criminales de cuello blanco y narcotraficantes con el poder público y cómo lograrán crear el número de empleos que están en el rezago histórico y los que anualmente demandan las nuevas generaciones que egresan de las distintas instituciones de educación media y superior, tan solo por mencionar las principales demandas populares.
Enrique Peña Nieto no puede trasladar su forma de gobernar el estado de México a todo el país y mucho menos puede ganar simpatías con su oferta de firmar promesas ante notario público, ya que esto es una soberana pifia que nadie puede creer, ya que solo preguntaríamos que las demás promesas que ha realizado durante su corto periplo y que no ha firmado ante notario ¿no debemos tomarlas en serio ni tener la expectativa de que va a tratar de cumplirlas?
También ha mostrado un cierto rostro de autoritarismo al señalar que de llegar a la presidencia de la República hará que el Congreso de los diputados federales tenga 100 legisladores menos como si esto fuese una determinación de un ejecutivo poderoso que se ubicaba sobre los otros dos poderes (legislativo y judicial).
Y aún y cuando habla de que durante su gestión hará cambios en la política contra el crimen organizado, no ha explicado los cómo y si en cambio ha determinado (unilateralmente) el continuar la guerra contra el narcotráfico igual que como lo está combatiendo el presidente Felipe Calderón Hinojosa. Esto lo dejó claramente expuesto en su reciente visita al estado de Veracruz.
Y si de pifias hablamos, pues la candidata del Partido de Acción Nacional no canta mal las rancheras, ya que desde sus spots ha manifestado su intención (personal) de cambiar la realidad y el rostro de México como si esto fuese una cuestión de fe y se pudiese lograr con el simple hecho de ser mujer, pues tanto la pobreza como la falta de una educación de calidad pudiese lograrse de la noche a la mañana. Y el mismo discurso tiene sobre la inseguridad pública y la delincuencia organizada, rubros en donde propone tener mejores elementos en las fuerzas policiacas a nivel federal, estatal y municipal, como si esto no fuese el propósito que animó al presidente Calderón para enfrentar la criminalidad organizada y que su presencia se siente tanto fuera como dentro del poder público.
Quien también nos ha recetado en tan poco tiempo una retahíla de promesas ha sido el candidato de los partidos dizque de izquierda, aglutinados en el PRD, PT y PMC, Andrés Manuel López Obrador, quien por cierto, supera en los propósitos a su adversario político priista, pues ha dicho una y otra vez que de llegar a ser presidente de la República logrará crear más de un millón de empleos al año, lo cual ningún mandatario pasado ni presente ha podido lograr. No nos dice el cómo pero se ha atrevido a más, a ofertar un millón de empleos anuales en el ámbito rural, lo cual es deseable pero muy poco factible de concretar, sobre todo cuando la economía nacional no depende de lo que se haga dentro sino de lo que decidan fuera del país los plutócratas financieros internacionales. Lo demás de la reconciliación y del amor son cuestiones que nada tienen que ver con la real política.
Y para acabar con el cuadro de las pifias de los candidatos presidenciales tenemos la visión corta del presidenciable, Gabriel Quadri del Partido Nueva Alianza, quien ha dicho que dejemos de ver a México como un país donde habitan pobres sino gente de clase media. Este discurso no se lo comprarán, de entrada, los más de 60 millones de habitantes que sobreviven con menos de un salario mínimo y los más, solo obtienen ingresos inferiores a un dólar. Y estos datos no son cuestión de fe sino que están documentados.
Los que hablan de la clase media en México es ya mayoría en un país con más de 110 millones de personas, son solo propuestas de unos cuantos iluminados que han sido calificados como los nuevos intelectuales clasemedieros.
Lo mas cuestionable de este personaje—que tiene prendas que presumir por su trabajo realizado en el ámbito de la protección del medio ambiente y la ecología marina—es el hecho de que dentro de sus ofertas está mejorar la educación en el país, siendo que uno de los principales obstáculos para llegar a mejores niveles educativos es precisamente su ‘madrina’ y dueña del PANAL, la presidenta del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), Elba Esther Gordillo Morales. Así que sus afirmaciones en este sentido no se encuadran mas que en la la retórica y la demagogia de un neo político.
Por lo pronto los mexicanos tenemos que seguir soportando de aquí hasta el primero de Julio las ofertas, promesas y propósitos de los cuatro ‘jinetes’ presidenciables.
Sin embargo, tendremos el próximo 6 de Mayo el primer debate de los dos que organizará el Instituto Federal Electoral y quizá ahí se logre que los discursos cambien y que las ofertas y promesas puedan ser aterrizadas para bien de los ciudadanos que tienen la obligación de ejercer su sufragio. No vaya a ser la de malas que como resultado de tales debates, en lugar de disminuir el número de abstencionistas se incrementen. Eso, mandaría una mala señal para quienes deseamos que en México la democracia no solo avance y se consolide sino que llegue a su mayoría de edad.
Periodista/Analista Político
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