El caudaloso río de Atoyac de Álvarez ha sido reducido a un arroyo. Los daños ambientales le han ocasionado una importante sequía. Hoy, el agua te llega al tobillo pero no deja de ser un atractivo turístico para los niños que lo toman con sabiduría y disfrutan con la misma intensidad que lo hicieron los que ahora ya están grandes.
La región de la Costa Grande es una de las zonas más visitadas en esta temporada vacacional de Semana Santa. Las playas vírgenes como Hacienda de Cabañas, Cayaquito y Puerto Vicente Guerrero siguen recibiendo a miles de turistas que buscan algo diferente, algo más allá del trópico de cemento que se respira en el puerto de Acapulco, un lugar que luce abarrotado y sin espacios para estacionarse, hospedarse ni bañarse a gusto.
Son pues las playas y los ríos de esta región la alternativa para unas vacaciones diferentes. Caminar por las polvorientas calles de Atoyac, es recordar el andar y el vivir de la infancia de los que hoy han adoptado otra tierra sin olvidar sus orígenes. Todavía se disfruta el cantar de los gallos en cada amanecer y el ladrar de los perros en las noches.
El calor a medio día, el arroz hervido con hoja de plátano que es la especialidad de la “tía chela” el café de olla, el bolillo con relleno de “cuche”.
La mística del pueblo de Atoyac está presente cuando caminas por la “Plaza Morelos” (zócalo) y se contempla el obelisco construido por las organizaciones sociales al profesor y guerrillero Lucio Cabañas Barrientos, frente al edificio que durante muchos años albergó el Ayuntamiento municipal y en el que se observa una placa de importantes dimensiones en donde el gobierno Federal se disculpa con la familia de Rosendo Radilla uno de las personas desaparecidas durante la década de los 60’s en la llamada “Guerra Sucia”.
La tarde en Atoyac tiene un matiz diferente por los tacos con consomé que son ya una tradición al igual que en el vecino municipio de San Jerónimo. Es también para el reencuentro con el “santito” y los viejos amigos, con los sobrinos, las hermanas (o) y para la convivencia entre Yareli, Tona, Ariel, Benjamín y su padre. El río de Atoyac nunca más volverá a ser el mismo, el daño a los bosques está mermando su cauce, la mirada al horizonte es sombría, las piedras cuatas se observan a lo lejos esperando que los valientes pasen sus recovecos. En el “Cuyo Tomate” y “El Paredón”, lugares identificados como los más profundos del río hoy se puede caminar de un lado a otro sin ningún problema.
La tala inmoderada de los árboles, la mano del hombre y todo daño al planeta ha afectado los mantos acuíferos, los ecosistemas han sido alterados, hace calor en donde debiera hacer frío y al revés.
Es parte de los que nos tocó vivir y habremos de enfrentarlo con inteligencia, rectitud, prudencia, valor y filantropía…¡QUE ASÍ SEA!. Comentarios: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.