A juzgar por las noticias que llegan desde el Tianguis Turístico en Puerto Vallarta, ese encuentro ha resultado tanto o más exitoso que lo que se preveía.
Los números que se reportan son superiores, en todos los órdenes, a los que pudieron haberse alcanzado en Acapulco, y prueban que el presidente Calderón tuvo razón al decidir hacerlo itinerante. La nueva versión de ese encuentro de negocios en su sede compartida Puerto Vallarta-Riviera Nayarit rebasó todas las expectativas al ser concertadas más de 23 mil citas de negocios, contra apenas 16 mil del año pasado, y 7 mil 500 asistentes de 30 países, entre ellos representantes de 586 empresas compradoras, contra solo 4 mil del año anterior, cifras que implican aumentos de casi 45 y 87 por ciento, respectivamente.
Participaron las 32 entidades federativas del país y se contó con una oferta en la sala de exhibición de 440 stands. Así las cosas, cabría preguntarse: ¿por qué ya no querían venir a Acapulco las agencias de viajes mayoristas y los touroperadores a negociar y comprar los cuartos para sus turistas en ese encuentro? ¿Y por qué las que sí aceptaban enviaban a representantes de menor rango? ¿Por qué sí aceptaron, unas y otras, ir a aquel destino jalisciense? Cuando el Tianguis comenzó en Acapulco, hace 36 años, los extranjeros eran 80 por ciento del total de quienes visitaban esta ciudad.
Al paso de tres décadas esta relación cambió radicalmente por muchas causas, pero, sobre todo, por la ineptitud, la ignorancia y la corrupción de los gobernantes del municipio, del estado y de la Federación, y también por culpa de los prestadores de servicios del sector turístico acapulqueño: taxistas, restauranteros, discotequeros, hoteleros, vendedores ambulantes, vendedores de apartamentos en tiempo compartido, transportistas… y todos aquellos que, con sus abusos e impertinencias, podían hacer desastrosa la estancia del vacacionista en el puerto.
A eso hay que sumar una avenida costera sucia, vialidades insuficientes para un creciente parque vehicular, locales abandonados en zonas turísticas, falta de vuelos directos desde Estados Unidos y Canadá, bloqueos de policías, bloqueos de taxistas, bloqueos de maestros, bloqueos de colonos y lo que quiera usted sumar. Por todo ello ahora los turistas extranjeros son solo 2 por ciento de los que visitan el puerto. Así que es comprensible que el gobierno federal se haya llevado el Tianguis Turístico, que también se hayan ido los trasatlánticos con sus viajeros internacionales –de 140 barcos por temporada a solo 16 en la actual– y los springbreakers, que de 25 mil por temporada, disminuyeron a 100 el año pasado y este año, seguramente a cero. En los años recientes las autoridades municipales han jugado con la idea de que la raíz del problema es la violencia relacionada con el crimen organizado, como para sacarse el bulto de encima, pues todo mundo sabe que ése es asunto del gobierno federal.
Pero, oh desliz el que tuvo no hace mucho tiempo la entonces secretaria de Turismo del municipio, Erika Lührs Cortés, quien al volver de un “viaje de promoción a Miami” aseguró que los más altos directivos de las compañías navieras se reunieron con la delegación de este destino y le dijeron que no fue por la inseguridad que se retiraron de este puerto; sino por tres problemas fundamentales que es imperioso resolver: el comercio ambulante, los deficientes servicios públicos municipales –como recolección de basura, estado de fachadas, pintado de guarniciones y otros similares, o sea problemas de imagen urbana– y el deplorable transporte público.
Como dicen los abogados: a confesión de parte, relevo de pruebas. Así que ahora sabemos, sin temor a equivocarnos, que los turistas extranjeros se han ido porque aquí no los han tratado como esperan ser tratados, como nos gustaría que nos trataran a nosotros cuando salimos de vacaciones: casi todos los prestadores de servicios han abusado de ellos de una o de otra manera.
Cada uno de estos tropiezos ha sido una bofetada con guante blanco para todos los acapulqueños, pero, particularmente, para quienes nos han gobernado, como Manuel Añorve, quien quiso de nueva cuenta ser alcalde, pero no para servir a Acapulco, sino para servirse de Acapulco, como lo probó cuando solicitó licencia para buscar la gubernatura, y como lo prueba ahora que volvió a solicitarla, esta vez para buscar una diputación federal.
Si en verdad su intención era dejarnos un Acapulco de diez, no habría aprovechado cualquier oportunidad para saltar a otro cargo antes de concluir éste. Recordemos que el primer argumento que esgrimió el presidente Calderón para justificar su decisión de llevarse el Tianguis fue que la policía municipal estaba muy lejos de ser una policía confiable, capaz, eficaz, eficiente y moderna.
Con los números que llegan desde el Tianguis en Puerto Vallarta podemos deducir que también en eso tenía razón. Es que no ha habido un solo presidente municipal que realmente se ocupe de la actividad más importante del municipio, ninguno se ha dedicado honestamente a resolver los problemas que han alejado a los turistas del puerto. Al contrario, les ha interesado más quedar bien con los líderes de ambulantes, que al mismo tiempo son regidores o diputados, es decir ser populares sin importar el costo. Ahora que se aproximan las elecciones, entre ellas las de presidente municipal, es imprescindible que los acapulqueños presten mucha atención y traten de no errar en su elección, pues la dolorosa experiencia indica que precisamente ese error ha llevado a este destino al desastre. Vale la pena recuperar el alma de Acapulco.
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