La impotencia es la peor humillación que la naturaleza hace al hombre. Cancela todas las posibilidades. No deja oportunidad de enmienda. Es el acabóse. Lo confesó recientemente el presidente de la Mesa Directiva del Congreso local Efraín Ramos Ramírez.
“Ya no sabemos qué hacer para que los diputados asistan a las sesiones”. Declaración de un laconismo patético, mientras la Comisión Permanente con sólo siete legisladores hacía como que sesionaba en el salón Ruiz Massieu.
En tiempos electorales es común que los parlamentarios se escabullan en busca de otra nómina, ante la inminencia de que sus dietas se les terminen. A ninguno de los representantes populares le aflige el marco jurídico del Estado, sus ausencias son por lograr el enganche a otra comisión electoral, que no los margine de la delicia suculenta que es medrar dentro del erario en las instituciones.
Informa Efraín Ramos que a pesar de haberles realizado ya los descuentos salariales a los diputados faltistas, éstos hacen caso omiso y no se presentan a las sesiones. La nulidad: “No sabemos qué hacer” y la réplica: “Los líderes de los partidos políticos se oponen a que llamemos en lugar de los titulare, a sus suplentes”.
Una encrucijada y revelación: el Congreso solitario, cementerio de ilusiones vanas, ya no representa un futuro prodigioso; más bien se trata de un término generacional. Los que se van sufren. No quieren ni siquiera cumplir con sus obligaciones. Recuerdan a Zeferino que, al concluir su sexenio, huyó como salteador antes de entregar la estafeta a Ángel Aguirre.
El diputado Ramos Ramírez no sabe qué hacer; qué medidas tomar para obligar a los faltistas a que asistan. Si no puede con esta disciplina, cómo podrá resolver los problemas de Coyuca de Benítez, de donde intenta ser candidato a presidente municipal.
Su ineptitud política en el Congreso desea transferirla a Coyuca, pueblo que ninguna necesidad tiene de sufrir semejante torpeza.
Quien no es apto para hacer cumplir los deberes que tiene encomendados custodiar, es igual de palurdo para fracasar en otras responsabilidades que por circunstancias políticas se le confieran. Coyuca no debe ser el premio a un impotente que confiesa su incapacidad profesional.
PD: “Ni puedo ni quiero”: Zeferino.
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