La veda impuesta por el IFE, limita a los aspirantes a cargos de elección federal en sus actividades políticas. Qué necesidad había de iniciar con tanta anticipación el proceso electoral si iba a ser detenido en tiempo más próximo a las fechas fatales de la elección.
No será parte esta estrategia de la subcultura nacional de complicar todo, embrollar, confundir los asuntos sencillos de lo que debiera ser una vida pública comicial cotidiana simple, escueta y estricta, sin recovecos ni sinuosidades.
Hoy los contendientes respectivos deben permanecer estáticos y paralizados mientras transcurren seis semanas, en las que está prohibida toda propaganda y acción que los encause frente al electorado y la opinión pública.
De qué se trata. Son legalidades frívolas, caprichosas, de suma sospecha como necesarias. Pausa que pudo haberse evitado si se hubiera pospuesto completo, seis semanas el inicio del proceso electoral, estando el suelo tan parejo.
La burocracia política del país no escapa a la emoción tan voluptuosa, de gozar de ratos tan apasionados como el tiritante frenesí, de perder los sentidos en una prohibición que tanto tiene de perturbación síquica y sensual.
A la violencia, pobreza y migración, agreguemos a nuestras plagas, el de entorpecer cualquier resultado sencillo; enfermedad que tiene su peor ocasión en el patológico defecto de derrochar el gasto, aborrecer la lógica y no hacer de la república una estancia feliz.
PD: “Nadie tiene derecho a lo superfluo, mientras
alguien carezca de lo estricto”: Díaz Mirón.
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