Por: DR. EMILIANO CARRILLO CARRASCO
“A menudo se escucha que el sufrimiento y en general las adversidades son importantes potenciales de crecimiento. La sabiduría y el sufrimiento están conectados: "Con la sabiduría viene mucho dolor; y con mayor conocimiento, más dolor". Hay que precisar que el sufrimiento y la adversidad no necesariamente traen beneficios –bendiciones disfrazadas–, fuerza o crecimiento (la fe). ¿Por qué encontramos en las vidas de grandes personalidades de la historia episodios claves de sufrimiento y adversidad como medios de transformación? ¿En qué yace la diferencia? Por otro lado, la aceptación en su sentido biológico, de no ejercer una fuerza de choque sobre un fenómeno, una respuesta de estrés e inflamación. No gastar energía huyendo o peleando, cuando es posible simplemente esperar. La otra es una aceptación psicológica y espiritual que, de manera similar, no genera aversión o avidez ante un fenómeno.
La clave parece estar, en ambos casos, en que si algo negativo ocurre y somos capaces de no interferir demasiado lo que nos amenaza se disuelve, se revela como impermanente. En gran medida, esta parece ser la enseñanza estándar de un momento crítico de adversidad: soltar o renunciar a aquello innecesario y, a través de ello, reconfigurar la experiencia con sólo lo esencial en la mira.
El psicólogo Carl Jung es especialmente relevante en este tema. Jung no sólo observó a cientos de pacientes atravesar momentos críticos y en muchos casos alcanzar, gracias a estos descensos o confrontaciones del alma o del inconsciente, una transformación: él mismo vivió una serie de episodios que transformaron su vida radicalmente. Su obra, Jung señala: Aquellos que no aprenden nada de los hechos desagradables de sus vidas, fuerzan a la conciencia cósmica a que los reproduzca tantas veces como sea necesario para aprender lo que enseña el drama de lo sucedido. Lo que niegas te somete; lo que aceptas te transforma.
La dicotomía de la psicología y la teología en esa época del 1918 en la primera guerra mundial. La aceptación es transformación, de una forma más dinámica y más positiva y numinosa que la sublimación de Sigmund Freud, más cercana a la noción de Nietzsche de una sublimación artística. El inconsciente mismo hace de la vida del individuo una obra de arte llena de significado, si este acepta lo que le sucede y pone atención a los mensajes del inconsciente y de la realidad misma como dimensión psíquica. en la medida en la que el individuo se resiste a escuchar y aceptar lo que se le presenta, la fuerza oceánica del inconsciente no deja de producir eventos cada vez más tortuosos y complicados. Como dijera un alumno de Jung, James Hillman, "el alma, hasta que no obtiene lo que quiere, te enferma".
No es difícil ver en estas ideas algo que podemos aplicar a la vida diaria, suscribiéndonos o no al psiquismo de Jung. Pues es cosa resonante con la experiencia cotidiana el hecho de que resistirse a cosas que se presentan y están fuera de nuestro control es una mala estrategia de salud. Una frase de Simone Weil, una de las grandes filósofas del siglo XX:
El espíritu no es forzado a creer en la existencia de nada... Es porque el único órgano de contacto con la existencia es la aceptación, el amor. Es porque la belleza y la realidad son idénticas. Es porque la alegría pura y el sentimiento de realidad son idénticos. Cahiers, 7)
El amor es un vaciarse de egoísmo, y por lo tanto del apego y de los juicios de valor. La aceptación es un modo de ascetismo a través del cual la percepción se transforma y se puede entonces percibir la realidad sin proyecciones. En la gracia –opuesta a la gravedad y al aferramiento– de la aceptación, el mundo se revela como luminoso, como constante epifanía (FESTIVIDAD). Weil, siguiendo a Platón, creía que, de hecho, el mundo era la encarnación de una belleza infinita. “CARL JUNG
DETERIORO ECONÓMICO DEPENDIENDO SU ESTRATO SOCIAL. También habría un fuerte deterioro de la posición de las personas que pertenecían a los estratos medios, aunque los impactos —estimados como movilidad económica descendente entre estratos disminuyen a medida que se avanza en la escala social. Los estratos medios-bajos serían los más afectados.
Se deterioraría la situación económica de al menos un 15% de estas personas: 16,7 millones pasarían a pertenecer a estratos de bajos ingresos, pero aún fuera de la pobreza, en tanto que 2,5 millones quedarían en situación de pobreza, principalmente no extrema. Los estratos intermedios sufrirían un deterioro menor, ya que solo el 11% de las personas pasarían a estratos inferiores (10,7 millones), quedando en su mayoría en el estrato medio-bajo. Los estratos medios-altos y altos serían los menos afectados, con deterioros económicos que en su mayoría los llevarían al estrato inmediatamente inferior. Sin embargo, una pequeña proporción de las personas de estos estratos caería —al menos temporalmente— en situaciones de pobreza o pobreza extrema, en función de la disminución de sus ingresos corrientes. Aunque las personas pertenecientes a los estratos medios-altos y altos pueden recurrir a la liquidación de activos para sostener, aun a corto plazo, sus condiciones de vida, hay una proporción considerable de hogares (principalmente a medida que se desciende en la escala social) que mantiene sus condiciones de vida sobre la base del endeudamiento, por lo que una caída significativa de sus ingresos podría provocar sobreendeudamiento y la pérdida posterior de sus activos.
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Gráfica: https://www.psicoactiva.com/
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