30 DE ABRIL DE 2012
La oscura y asesina mano en tu cuerpo
pudo ser para mí,
pudo ser para otros, fue para todos
porque matar a un periodista
es llenar de noche la plaza pública
este sitio que habitamos tantos
algunos con tatuaje de expulsados
decreto para el silencio irreversible.
Llegarán los burócratas del crimen
a decirnos, tan formales, sus mentiras
a entregarnos con lágrimas de cocodrilo
condolencias, demagogia, inconsecuencias;
transformarán tu valentía en número
un expediente más
como si la estadística forense,
ese invento de los censores,
fuera lápida para tu pluma,
simulación tenaz en carnaval veracruzano.
No les creemos desde ahora
porque nunca confiamos desde antes
cuando te volvieron prescindible
amotinada del consenso maquillado
como se decreta hepatitis gástrica
a una anciana indígena, Ernestina,
ultrajada en el deshonor de los guardianes.
No les creemos por ser cómplices
del puño, el cuchillo, la metralla
de sonrisas que se clavan como hiedra;
son los mismos que arrojaron cuerpos
humildes, morenos, derrotados
en las fosas comunes de su reino.
Creemos, eso sí, en tu herencia;
las palabras escritas no se borran
ni con cuervos, chacales o uniformados
ellos viven con sus miedos
y nosotros, con dolor amotinado,
en este abril de mayo
seremos Regina tu memoria.