DON NARCISO HERNÁNDEZ RAMÍREZ Constructor de Iglesias (1917-2010)

Categoría: La Costa Brava
Escrito por Andrés Arias Jurado/Chilapa

En uno de mis tantos recorridos que he realizado por casi todo el estado de Guerrero tuve recientemente la oportunidad de conocer una gran historia, la de un personaje que a pesar de sus grandes obras, de su trabajo realizado por más de 60 años, su nombre ha pasado desapercibido, afortunadamente gracias a la recopilación de información por parte de los integrantes de la familia Hernández Morales lo rescatamos y hoy se las daremos a conocer.

Corría el año de 1917 el mundo se convulsionaba por la “Primera Guerra Mundial” en tanto que el país se encontraba sumido en una tremenda depresión económica,  debido a los recientes acontecimientos vividos antes, durante y después de la “Revolución Mexicana”.

Sin embargo en el seno de una familia, el 28 de octubre de ese año nacía en una humilde vivienda de Tlalpizaco, perteneciente al municipio de Chilapa, un niño al que bautizaron con el nombre de Narciso él sería el tercero de 5 hermanos del matrimonio conformado por don Ángel Hernández y doña Herminia Ramírez.

Eran tiempos difíciles para la iglesia, punto neurálgico de esta historia, debido a que en 1910 tras la victoria de Carranza y Obregón se promulgaba la nueva Constitución, la cual estableció una política de intolerancia religiosa que privó a la Iglesia de toda personalidad jurídica.

Los católicos de Chilapa siempre mesurados no ofrecieron una respuesta violenta cuando la Constitución entró en vigor, y se optó por iniciar una lucha pacífica para modificar aquellas partes que les afectaban directamente. Pero en el año de 1926 se desató la “Guerra de los Cristeros” la que duró 3 años y que sin embargo lleno de luto y de vergüenza a muchas familias en todos los rincones de nuestro país.

En tanto esto sucedía, cobijados por su familia en Tlalpizaco, los hermanos Hernández Ramírez trabajaban arduamente en el campo, sobreviviendo de lo poco que le podían arrancar a la tierra.

El joven Narciso que era el más inquieto, decidió cambiar el rumbo a su vida, y lo hizo al comenzar a trabajar de peón de albañilería una incipiente industria en México, pero que vendría a cambiar el concepto de la construcción, sobretodo de las primitivas edificaciones de las viviendas mexicanas, ya que en esa época solo se construían casas de madera o de adobe.

Con la construcción llegarían las edificaciones de los grandes edificios, de los grandes templos y que en Chilapa tras el incendio de su iglesia principal en el año de 1930, la diócesis de Chilapa iniciaría la reconstrucción del templo bajo las ordenes del entonces Monseñor Ramón Ibarra y González, encargandose las obras a don Federico Mariscal, creando la imponente catedral que inclusive llegó a ostentar el titulo de la cuarta más importante México y una de las más grandes de Latinoamérica.

Para ese entonces el joven Narciso que ya había cumplido 26 años y se había casado con Glafira Morales Vázquez, una jovencita de 18 años de edad que conoció en Tecoacuilco, un pequeño poblado del municipio de Huitzuco de los Figueroa a donde había acudido a trabajar como albañil en la edificación de la iglesia del lugar, con la que procrearía ocho hijos, cinco mujeres y tres hombres quienes de una forma o de otra contribuyeron en la recopilación de la información de esta importante historia.

Para el año de 1940 ya con más experiencia en el ramo de la construcción, Narciso se incorpora como albañil a los trabajos de la magna obra que se realizaba en Chilapa, sería el trabajo en la monumental catedral chilapeña dedicada a la Virgen de la Asunción, lo que le permitiría adquirir bajo la tutela de don Juanito Flores, los conocimientos que años más tarde lo convertirían en un reconocido maestro de obras que le permitió edificar durante más de 40 años, algunas de las más bellas e importantes iglesias de nuestro estado.

Así durante diez años mientras que el mundo se convulsionaba ahora por la “Segunda Guerra Mundial”, el joven Narciso caminaba todos los días de ida y vuelta, desde Ajacayan hasta el centro de Chilapa para continuar trabajando en la imponente obra y lo que para él sería lo más importante, su aprendizaje.

A fines de los años cincuenta y principios de los sesentas la economía de Chilapa se fortaleció al realizarse en este punto el intercambio comercial más importante de la región, la edificación de la catedral y la instalación de internados o seminarios, contribuirían enormemente al desarrollo social, cultural y económico del lugar.

En el año de 1963 fue cuando don Narciso realizó sus primeros encargos al construir ya como maestro de obras, el Seminario de San José y posteriormente concluir los detalles y la fachada greco-romana de la iglesia del barrio de Santa Gertrudis, en donde justo en la contra esquina de la calle Constitución y la 19 Norte, se establecería de manera permanente con su ya creciente familia.

Los años venideros serían de intenso trabajo para don Narciso, de ir y venir, solo que a otras poblaciones mucho más lejanas de Chilapa, ya que debido a su buena reputación como maestro de obras, fue contratado para iniciar la edificación de la iglesia del Señor Santiago Apóstol en el poblado conocido como “Dos Caminos”  muy cerca del Ocotito.

Tres años después en 1966 el párroco Rafael Cortéz lo llamaría para que este comenzara con los cimientos o desplantes, así como los trabajos de toda la obra negra del templo dedicado al Señor Santiago Apóstol en la ciudad de Ometepec, en donde por más de 23 años trabajó arduamente en los cimientos, columnas, bóvedas, cúpulas y torres, las que con el visto bueno de monseñor Cortéz fueron diseñadas y ejecutadas una a una por don Narciso.

Sin duda una majestuosa obra a la que a él no le tocaría concluir, ya que su salud decayó y sus servicios terminaron en 1988, sin recibir el reconocimiento ni del párroco, ni de la propia gente de Ometepec.

Entrevistados al respecto, los integrantes de la familia de don Narciso Hernández Ramírez señalaron que si hubiera sido muy gratificante para todos el que se le hubiese reconocido su trabajo, sobre todo por el esfuerzo de muchos años dedicados a un solo propósito, edificar para los feligreses de Ometepec la iglesia más hermosa de la Costa Chica.

En su andar por esta región del estado y por el éxito conseguido con sus diseños de iglesias, don Narciso Hernández también realizó los cimientos, bóvedas y torres de la iglesia dedicada a San Luis Rey de Francia en la cabecera municipal de San Luis Acatlán, enclavado en la montaña baja de Guerrero.

Ahí fue en donde obtuvo una gran aceptación, pues además diseñó y supervisó la construcción de otras parroquias como la de Cuanacaxtitlán, Zoyatlan, Pueblo Hidalgo, Miahuichán, Coapinole e Iliatenco.

Otras de las iglesias en las que don Narciso Hernández puso su granito de arena fueron las edificadas en Buenavista de la Salud dedicada al Señor de la Salud, muy cercana al Ocotito; también ayudó con la iglesia de la Purísima Concepción de María, situada en la población de Cocula, que se encuentra muy cerca de Iguala en la región Norte de nuestra entidad, una de las ultimas iglesias a las que aportó con sus ideas y trabajo fue la ubicada en el Infonavit Alta Progreso, a solicitud expresa del padre Silvino párroco de esta capilla.

El 14 de Octubre de 2010, fue la trágica fecha en la que a sus 84 años de edad don Narciso falleció en su casa, tranquilo y en paz, rodeado de sus ocho hijos, de su esposa Glafira, así como de sus 20 nietos y 11 bisnietos los que alcanzaron aun a conocerlo.

Sin duda alguna considero que su trabajo es y será un gran legado en la edificación de iglesias, pero que desde mi punto de vista desafortunadamente se extinguió con él y sin que este hubiese sido reconocido, igual como ha sucedido con muchos personajes de esta tierra suriana, llena de belleza, pero de enormes de contrastes, historias que más adelante les iré dando a conocer, me despido  y hasta la próxima entrega.

*Va mi total agradecimiento a doña Glafira Morales viuda de Hernández, a su hija María de los Ángeles y su nieto José Manuel González; así como a su hija María de Jesús y a sus nietas Arely, Noemí y Angélica, por todas las atenciones brindadas para la elaboración de este artículo.